El dulce de leche es un manjar habitual de Latinoamérica y hay muchas ediciones sobre su origen. El historiador argentino Víctor Ego Ducrot asegura que este dulce surgió en Chile y de ahí se movió a la zona cuyana de Argentina, donde empezó a usarse como relleno de alfajores. No obstante, hay una historia habitual que asigna el origen del dulce de leche a un abandono de una criada de Juan Manuel de Rosas. Esta gran historia narra que mientras la señorita hervía leche con azúcar (para elaborar “lechada”) vio que Juan Lavalle, quien esperaba a Rosas para firmar un pacto de paz, se había recostado en la cama de su patrón. La chica fue luego a denunciar a los guardias el atrevimiento de Lavalle, olvidando la leche en el fuego en el transcurso de un extenso tiempo, y cuando regresó se descubrió con que se había espesado y tomado color marrón. Dicen que Rosas y Lavalle lo probaron y les gustó, pero esta historia se transforma en mito cuando entendemos que no podría haberse producido dulce de leche sin revolver la elaboración. En su libro de gastronomía argentina “Los sabores de la Patria”, Ducrot sostiene que la difusión del dulce de leche en el Río de La Plata se causó cuando el Batallón de los Andes llegó a Chile, y que fue nuestro queridísimo General José de San Martín quien conoció el dulce y se llevó la receta a Perú y Argentina. Aunque Chile no hizo reclamos, Uruguay asegura que el dulce de leche es patrimonio rioplatense y no de forma exclusiva argentino. En 2003, cuando la Secretaría de Cultura de la Nación de Argentina tuvo la intención de declarar el dulce de leche, el asado y las empanadas como bien común de nuestro estado, Uruguay pidió a la Unesco que estos productos sean patrimonio gastronómico del Río de La Plata. Una disputa que sigue sin definirse.
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